El amor produce familiaridad en relación al otro; a partir de la radical diferencia que hay...
El
amor es un espacio de crisis permanente, donde el particular arreglo de
dos se procesa y se negocia. El amor tiene una escena, necesaria. No
hay amor sin escena. Y es en los rasgos particulares de la escena donde
la crisis de la cultura le da sus determinaciones. El amor, como
suplencia del no hay proporción sexual, se constituye como síntoma del
lazo espablecido al Otro.
En
un hombre como en una mujer, aunque de diferente manera, el otro está
conformado por el respectivo objeto en el fantasma; el fantasma
fundamental comanda la vida erótica de cada uno.
El
fantasma es el anhelo de unir el objeto que uno es, al cuerpo del Otro
carente, del otro al que un enunciado ha transformado en sujeto y un
enunciado en el cual el fantasma no se dice en primera persona. Si
comanda la vida erótica, el fantasma ya es la escena que separa al
sujeto definitivamente de la naturaleza...
El
fantasma es esa ficción, esa organización, que cubre y une ambas
carencias, la carencia del sujeto y la carencia del Otro, lo que supone
que el fantasma es la forma de cubrir la castración del Otro. De allí Xnque la vida se mire desde su marco y los recuerdos se moldeen a su
constricción. Pero como decirle a un proletario tanguero que esas
mujeres que siempre lo terminan traicionando, sólo concluyen una
historia fantasmática de roles fijos. He escuchado no pocos
psicoterapeutas que ante tanta y consistente queja le terminan
concluyendo: Don Gardel, esas mujeres no le convienen, elija otras. Don Gardel que dice: Sí, tiene razón, pero me gustan éstas.
El
contrato capitalista impulsa a constituir el otro del amor incierto e
inaprensible, en una consistencia definible y de un valor preciso, como
bien diría un psicólogo cientifìco. El otro del apego será, en una
elección adaptada a la lógica de la globalización, un otro con ropajes
de Dior y con esencia de caja de seguridad. ¿No es acaso la principal
cuestión, para el mercado, la cuestiones de seguridad?
El amor es entonces anticapitalista en tanto que pone en juego el no tener con la falta en ser.
De allí lo que comporta la tesis lacaniana devenida del no hay relación-proporción-sexual: valentía ante faltal destino.
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Jorge Zanghellini
Amor y Clínica de la Pareja