En
el duelo real, es la "pérdida de realidad" lo que me muestra que el
objeto amado ha cesado de existir. En el duelo amoroso, el objeto no
está ni muerto ni distante. Soy yo quien decido que su imagen debe morir
(y esta muerte llegaría tal vez hasta a escondérsela). Durante el
tiempo de este duelo extraño, me será necesario pues sufrir dos
desdichas contrarias: sufrir porque el otro está presente (sin cesar, a
pesar suyo, de herirme) y entristecerme porque está muerto (tanto, al
menos, como lo amaba).
ROLAND BARTHES
Fragmentos de un Discurso Amoroso