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viernes, 28 de diciembre de 2012

El narcisismo y los celos...


El reconocido psicoanalista Gabriel Rolón en un programa de televisión disertó sobre los celos.  El entrevistador le pregunto: ¿Que es  lo que  pasa por la cabeza de una persona celosa?, a lo cual G. Rolón le respondió: "Muchas veces caemos en el error de creer que celar es sinónimo de amor, o sea,  el que ama siente  celos, y esto no es tan así, sucede que cuando alguien cela en realidad de lo que carece  es de  amor a si mismo (baja autoestima), entonces todas las demás personas se vuelven una amenaza."

Este conocido psicoanalista nos propone un desafío con su interpretación de los celos, al estilo de Descartes nos podemos permitir dudar, inclusive de la certeza objetiva que enuncia cuando dice: la persona celosa tal cosa…, ya que hay en las personas una singularidad que los caracteriza y los hace únicos, y así también sus celos, lo que celan y como lo celan.


Entonces tampoco podemos decir que la estructura celosa es así, porque seria caer en una certeza objetiva y olvidar lo heterogéneo de cada sujeto. ¿Pero podemos pensar que lo que le pasa al celosa/a es una cuestión solamente de baja autoestima o poco amor a si mismo?, cuando como psicoanalistas nos topamos en cada análisis con un exceso, o fuerte espejismo narcisista, cuando sabemos que si de algo padece un sujeto es de su yo (moi). 

Si de algo se queja el sujeto celoso es de cómo puede ser que el otro partenaire tenga otro deseo por fuera del uno (sujeto celoso), o sea que en su fantasma supone que de alguna manera con su única presencia amorosa ya alcanza. Si esto es coherente en realidad  estamos diciendo que el celoso tiene un narcisismo enorme y una alta autoestima, porque de alguna manera supone que con su presencia ya completa al otro, entonces el otro ya no debería desear otra cosa por fuera de su amado.   

En términos Lacanianos el amante supone que puede llenar el vacío del otro, siendo así el falo, si llena la falta, el amante se pregunta ¿Que necesidad tiene de desear otras cosas? A lo cual se le respondería: ¡y si!, con uno  no alcanza, el vacío no se llena y por suerte el otro sujeto sigue deseando por fuera de su amado.

En los fenómenos imaginarios el celoso parece inseguro, con poco amor a si mismo, con una obsesión por controlar a su partenaire. Supone que Aristófanes tenía razón cuando decía que al encontrar la media naranja dos sujetos se fundían en uno. Pero en  el plano de lo real reniega del hecho de que el otro siempre esta fallido (en falta), vacío, y por consiguiente el celoso mismo también, es una manera de renegar de su falta, renegando de la falta en el otro. 

Y aquí no hablamos de baja autoestima, sino  de todo lo contario.

Sebastián Minuet
El (a)mante y sus celos.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Inconsciente, software, goce...


Hoy podría decir, que gracias a la informática, gracias a algo mínimo de la informática, la PC, como dijo el Dr. Rabossi, podemos hacer uso de una simple distinción esclarecedora. Una computadora tiene una carcasa física con todos sus cables, tornillos y conductores que son conocidos como el "hardware", y un programa que no es reductible a eso, sin el cual no podemos obtener que aparezca nada en la pantalla, el "software". Este último es información, compuesta de Bites, y un Bit(*) es la magnitud de información, información que se distribuye por el hardware. Sin duda que sin el hardware no habría posibilidad de que el software funcione, pero, lo digo de manera muy simple y va dirigido a mis colegas psiquiatras: ¿cuándo se vio alguna vez que, si aparece un virus en la computadora, se proponga actuar sobre el hardware? Subrayo cómo retorna el discurso médico al campo de la informática: un virus es una información que atenta contra el funcionamiento esperable de un programa. Es información, es un bit no esperado, un bit inoportuno. Supongamos que aparece un virus en una computadora, ¿se le ocurriría a algún especialista en computadoras, en informática, cortar un cable para que su efecto no pase a la pantalla, o introducir una sustancia química que impida que algunos de los sistemas funcionen, intervendría en el hardware? Seguramente algún grado de eficacia obtendría, pero arrastraría muchas otras ineficacias peores. Lo que se le ocurre a un especialista en informática es que, si entra un virus en una computadora, de lo que se trata es de proponerle a la misma computadora un antivirus. ¿Y que es un antivirus? Es otro programa, hay una especificidad del campo del software que no es reductible al campo del hardware. Desde ya este modelo duro de hardware y software no se compadece con lo que sucede en el ser humano, lo anticipo y a eso me voy a referir para tomar algunas de las preguntas tipo ciencia ficción que el Prof. Klimovsky nos adelantó. En principio aceptemos que la hipótesis del inconciente fue un anticipo freudiano sobre la eficacia del bit. En este sentido el psicoanálisis y gracias a la genialidad de Freud, se anticipó en muchos años a lo que luego la informática nos presentó como la eficacia del bit. Deja de ser entonces una especulación charlatana hablar de la eficacia de una representación.
El problema es que nosotros no nos dedicamos a trabajar con la PC, sino que nos dedicamos a trabajar con seres humanos. Tomemos el tema de lo que le pasó a Kasparov, que perdió con la máquina su partida de ajedrez. No creo que eso lo haya angustiado demasiado, a lo sumo lo enojó. Ahora imaginen lo que le hubiera pasado a Kasparov si en medio de la partida la máquina le hubiera dicho: "Kasparov, te amo". Ahí la cosa se habría complicado. Porque el sujeto que habita la máquina ya no es un problema, eso ya existe, ¡pero que una máquina pueda decirle a alguien "te amo"!; suponga, Gregorio, que esa máquina que se está ahogando le hubiera dicho a Ud. "te amo" ¿Ud. hubiera seguido indiferente?
- Klimovsky: le hubiera dicho, yo no.
- Vegh: pero ya hubiera tenido un problema ético por dejarla ahogarse...
- Klimovsky: tengo amistad, aprecio... nada más.
- Vegh: Bien, el problema es que nosotros, me refiero a los analistas, no trabajamos con inteligencia artificial, que sin duda es un campo promisorio y ya habremos de ver sus eficacias, sino que trabajamos con seres humanos y el ser humano es un software articulado con el hardware: el rasgo diferencial que tenemos con las máquinas artificiales, es que nuestro hardware suministra parte de la información que llega. Nuestro hardware, nuestro cuerpo oscila en un abanico, que si lo quiero esquematizar, va del dolor al placer y que podemos llamar goce, es información que incide sistemáticamente en el programa. Es más, reformula los caminos posibles para el programa. Y ya que estoy con el amor, ¿quién de los aquí presentes no ha pasado por alguna experiencia de amor? ¿Y qué nos dice la frase conocida, vulgar, popular, sobre el amor? ¿El amor es un producto cognitivo?, ¿lo resolvemos con cuatro reglas sintácticas y una buena combinación de los símbolos? No, el amor, como se dice, es ciego. ¿Qué quiere decir que el amor es ciego, qué tenemos un déficit intelectual? No es ese el problema, quiere decir que en el programa cognitivo interfiere ese abanico que va del placer al dolor. Algo tan simple como esto: se muere un ser querido y para alguien que tiene especial dificultad para hacer un duelo, puede hacer lo que los psicoanalista llamamos, incluso algunos psiquiatras, una reacción maníaca, la que básicamente consiste en negar que alguien murió, ignorar su muerte, de eso no quiere saber nada, un ejemplo de la pasión de la ignorancia. Esto no sucede por un déficit intelectual. Debe ser explicado por qué el Yo no quiere saber.

A Freud se le complicó su marcha: después de ofrecer la hipótesis del inconsciente arribó a la conclusión de que el ser humano no es solo un software, también el hardware incide en el software y esto es lo que teoriza con el nombre de pulsión. El concepto de pulsión nombra la vigencia de los reclamos corporales en el software, es la incidencia del hardware en el software. A Freud se le complica en un avance que no resuelve nunca, en lo que se llama la dualidad de sus dos tópicas. Sigue manteniendo por un lado la distinción de estratos entre conciente, preconciente e inconsciente y por otro lado se ve obligado a tomar en cuenta la incidencia del hardware en el software, la oposición del Ello, que es el campo pulsional y el Yo y el Superyó. Tiene la necesidad de mantener esa dualidad que nunca resuelve. Es sobre esta dificultad que avanza la formulación por la que yo transito, tiene que ver con las postulaciones de otro gran psicoanalista, que reconoció su deuda extrema con la obra de Freud, me refiero a Jacques Lacan. El gran esfuerzo de Lacan fue para salir de esta dualidad tópica freudiana para proponer una nueva estructura, un nuevo paradigma en el psicoanálisis contemporáneo. Lacan intenta salir de esta dualidad freudiana que no se resuelve, siempre están las dos tópicas, que parecen poder funcionar pero no hay manera de articularlas de un modo coherente y al mismo tiempo responden a viejos problemas de la historia del pensamiento occidental, de la filosofía, cosas que acá ya fueron aludidas, el monismo o el dualismo cartesiano cuerpo-mente. Lacan propone una estructura triádica que presenta como paradigma bajo el modo de lo que él llama sus tres registros, los que sin duda no tienen el mismo valor cuando los formula por primera vez en el año 1953 que cuando los vuelve a retomar con la escritura nodal, un capítulo de la moderna matemática, casi al final de su enseñanza. Me refiero al registro de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Hago una lectura de una parte final de su elaboración, cuando en el final de su enseñanza Lacan nos propone una estructura que no acepta ni el modelo del hombre-máquina, monismo al estilo de La Mettrie, ni el dualismo cartesiano cuerpo-mente que nos llevaría a una separación que no se condice con lo que nuestra práctica nos enseña. Lacan nos propone una estructura triádica que la digo así: el paradigma con el que hoy trabajamos piensa al ser humano como lo Real del tejido, anudado en cada uno de sus puntos a lo Imaginario y a lo Simbólico. Este paradigma no me cabe duda que en algún momento, si nuestra disciplina tiene que ver con el campo de la cientificidad, encontrará otro paradigma mejor, pero hoy es para mí el horizonte, no hago de él una religión, con el que yo mejor puedo ubicar y dar cuenta de los fenómenos. Cuando digo lo Imaginario, estoy hablando de ese primer estrato que trabajan los psicólogos de la conciencia y aún la mayoría de los que trabajan en IA, los pensamientos racionales concientes.

 Cuando digo Simbólico me refiero al segundo estrato descubierto por Freud al que llamamos la hipótesis del inconsciente. Entonces el paradigma que propongo es: lo Real del tejido anudado, anudado tiene que ver con la estructura del nudo borromeo, a lo Simbólico y lo Imaginario. Este paradigma tiene el beneficio que nos permite hacer algunas previsiones como se espera del campo de la cientificidad, en la estructura nodal que Lacan escribe, acerca de la distribución del goce. Volvamos a esos ejemplos banales que propuse: el del amor ciego y el del que no quiere enterarse del duelo. ¿Por qué no quiero enterarme que alguien cercano a mí murió? Porque acordarme me produce dolor, tan simple como eso. ¿Por qué alguien no deja el cigarrillo? Si sabe que produce cáncer y trastornos arteriales. Sin recurrir a esas interpretaciones psicologistas de "se quiere destruir", en principio no lo deja porque le gusta y nuestro cuerpo está hecho de tal modo que aquello que le gusta, aunque sea mínimo, no lo puede soltar sin más. Por eso llegamos a decir que nuestro cuerpo es una sustancia gozante. Pues bien, este nudo borromeo permite escribir la distribución de los goces y hacer predicciones. Decimos que si el sujeto avanza por cierto goce, quedará inhabilitado para otro goce, es una relación de exclusión. Cuando el sujeto avanza por cierto goce; como podemos ver en el caso Schreber, quien quería ser la mujer de Dios, queda absolutamente perdida la posibilidad de lo que los psicoanalistas llamamos un goce fálico: Schreber en su imaginario lo describía como la pérdida de sus atributos masculinos, el riesgo de ser emasculado.

(...)
 
Si señores, los psicoanalistas nos dedicamos a las palabras y las palabras son el modo en que nombramos ese bit, que tiene eficacia y una eficacia que hoy es dominante en el mundo en que vivimos.

Isidoro Vegh



martes, 21 de agosto de 2012

El sujeto y la bebida...



La relación que Sigmund Freud planteaba entre el bebedor y el vino, que puede hacerse extensible al consumo de drogas, ilustra el predominio de la satisfacción erótica que procura el quìmico. (...) A su modo, Sigmund Freud plantea así que cuando se trata esencialmente de la satisfacción (con eclipse del deseo y el amor), el lazo del sujeto y el químico se estrecha cada vez más.

Es casi innecesario decir que encarnar el objeto-a del fantasma en el cuerpo de una mujer, es infinitamente más complejo que hacerlo en una botella o en una pastilla. Por eso puede postularse que las ventajas de éstas sobre una mujer son "más que evidentes".

No se ha sabido, por ejemplo, de botellas que se nieguen por jaquecas nocturnas, o que se quejen por el fútbol o por el escaso lugar o importancia que se les da, o que demanden (cuando no exijan) aquello que les falta...

Es cierto que no motivan para ofrecerles "la luna", o alguna hazaña o triunfo; en su nombre no se realizan grandes conquistas ni acciones heroicas, ya que de ellas no puede esperarse ningún reconocimiento. Pero como contrapartida puede destacarse que, como amantes, las botellas son muy económicas y el precio de las drogas ha disminuido enormemente: sólo unos pocos pesos para adquirirlas, nada de departamentos, pieles, viajes o joyas.

Con su objeto de satisfacción el adicto vive una "perfecta armonía que podría servir de modelo a muchos matrimonios
". Ni un sí ni un no, es el único matrimonio perfecto: un matrimonio sin amor donde no se pone en juego la castración, en un goce sin deseo y sin sujeto dividido. (...) Bloqueado así el deseo, se sustrae también de soportar los desencuentros del amor

OSVALDO M. COUSO

viernes, 17 de agosto de 2012

La paradoja del Otro...



En distintos tiempos de su enseñanza Lacan afirma por un lado que no hay Otro y por otro nos dice que el sujeto se constituye en relación al Otro. ¿Cómo entender esta aparente contradicción?. ¿Hay o no hay Otro?.
Digamos que una de las primeras definiciones es la de que el Otro es un lugar, un lugar en la estructura. Ahora bien, ese lugar puede estar vacío; puede también referirse a la Batería de los significantes, puede a su vez estar encarnado por Otro o también por algún ideal, es decir ese Otro, ese lugar del Otro, entonces puede quedar vacío como por otro lado tomar distintos contenidos.

Señalemos también que para la constitución del sujeto es necesario que ese lugar sea ocupado en principio por lo que llamaré 2 funciones, una función deseo de la madre y otra función que viene a sustituir a esta primera que conocemos como función Nombre del Padre, es decir lo que se la llama metáfora paterna.
La primera función es cumplida por el Otro llamado primordial, que se nombra madre y que es decisiva en la constitución del narcisismo, interviene no sólo con su deseo sino también con su Goce, necesario para la constitución del cuerpo del niño. Esta función es asumida, encarnada, por una mujer que hace de su hijo, objeto a, causa de su deseo. Resolución freudiana de la femineidad vía la maternidad.

Por otra parte la función Nombre del Padre, que si bien regula desde el inicio al deseo de la madre, va a recaer sobre un sujeto señalado por ésta y que va a ser nombrado entonces padre, ocupando en un segundo tiempo el lugar del Otro.

De distintas maneras Lacan nos va a decir que toda la necesidad del ser humano es de que haya, de que exista el Otro. Pero, también nos insiste que el Otro no existe.

Fuimos alertados sobre el complejo de castración, aprendimos a distinguir que no sólo se trata de la castración del sujeto, sino que pusimos el énfasis en la castración del Otro. La clínica nos demuestra la dificultad del sujeto en separarse del Otro, más allá del rostro que tenga. Las ligazones, las adherencias a ese Otro adoptan las formas más complejas y en su complejidad cada una define un cuadro particular.
Con Lacan podemos redefinir la operación de castración como lazo al padre, inclusive sostener que el amor al padre basta para mantener la represión en su justo medio.

Benjamín Domb

viernes, 10 de agosto de 2012

Lo homosexual en lo heterosexual y viceversa...

¿Hombre o mujer? Desde el punto de vista del género psíquico, existe una suerte de suposición mítica de partida, la de ser un ángel sin ningún sexo: esta posición transexual, al querer identificar el cuerpo con un falo puro, le recorta sus atributos sexuales secundarios.

(...)

Antes de la entrada en el falicismo, se ha advertido primero un momento mitico "originario" transexual. Nunca ha sido viable y corresponde a una potencialidad regresiva: si quiere vivir, el niño entra a gusto o a disgusto en el falicismo identificandose con un padre. Para ver cómo se bifurcan las diferentes orientaciones hacia el género y la elección de objeto y, por ende, eventualmente, hacia la homosexualidad, hay que situarse considerando una posicion de partida que implique en todos los casos una atraccion "sexual" por la madre, es decir, la "heterosexualidad" para el varón y la "homosexualidad" para la niña. La posicion más fácil de comprender  es la que se podría llamar una "homosexualidad femenina activa". Cuando ciertas teorías del movimiento feminista declaran que una relación primaria con la madre decide la homosexualidad de las mujeres, han comprobado ese hecho, aunque omiten que esa relación se establece a partir de una identificación con el padre (¡tan perfecta que pasa inadvertida!). 

(...)

La identificación con el padre comporta, del lado masculino, una consecuencia entre tres posibles. La primera -ya estudiada- es el paso hacia la heterosexualidad. En ese caso, el vinculo "homosexual" se reprime. Ese paso sera aún más neto cuando el padre desee a la madre y recíprocamente. Con esto queremos deir que la castracion adquiere su sentido para el niño en la medida en que imagina: 1) que su madre desea a su padre (él la ha castrado); luego, 2) que su padre desea a su madre (deseo que de cierta manera también lo castra a él). Estas dos condiciones reunidas orientan hacia la heterosexualidad, al mismo tiempo que se reprime el vinculo homosexual. Si ese no es el caso, puede darse una de las dos situaciones únicamente, o bien la otra (estas son las tres posibilidades).

(...)

La elección de la "homosexualidad pasiva" corresponde al caso en que la madre desea al padre y no es correspondida en igual medida. El hombre encarna entonces una figura viril abrumadora, pero distante. El niño, aterrorizado por ese padre demasiado poderoso (que no esta castrado por el deseo de su mujer) se pondrá pues en una posición ee seduccion pasiva con respecto a él. Una vez que el niño haya crecido, buscará ser amado por hombres, como hubiera querido ser amado por su padre.

En lo concerniente a la fijación de una "homosexualidad activa", esta procede de la acentuación  una figura opuesta: el padre desea tal vez a la madre, pero esta no le corresponde recíprocamente. Ella prefiere a su hijo. En este caso, el niño, al crecer, amará a un hombre como su madre lo amó. Esta madre invalida el deseo sexual en general, y por su marido, en particular: por lo tanto, el hijo amará activamente a un varón semejante a quien él fue en el amor materno, y además lo amará del modo en que habria querido ser deseado por su padre. Necesita amar a los varones como su madre lo amó a él, pero agregando, además, el erotismo de un padre tal como le hubiera gustado tener.

(...)

¿Como explicar estas elecciones forzadas? Para que la situación le parezca mas clara a los heterosexuales que reprimen exactamente las mismas formas de homosexualidad, diremos que un hombre estaría en posición de homosexualidad pasiva -pero reprimida- cuando se las arregle para que su mujer sea seducida por otros hombres (es un looser). Y estará en posición de homosexual activo -pero reprimido- cuando nada lo excita tanto como conquistar la mujer del otro. Estas son posiciones ajustadas a una gran banalidad que son fácilmente observables en la vida cotidiana.


Gérard Pommier
¿Qué quiere decir "hacer" el amor?

miércoles, 1 de agosto de 2012

Amor incondicional es mal amar...

          




Chica:
 mi amor por vos es incondicional
Chico: ¿incondicional?
Chica: sí, mi amor, incondicional
Chico: ¿o sea que si tuviera la cara y el cuerpo de Juan me amarías igual?  
Chica: y sí...te digo que es incondicional
Chico: ¿y si me comportara como Juan?
Chica: y bueno...también
Chico: 
¡o sea que estás enamorada de Juan! ¡Yo sabía!

Por: http://posoclo.blogspot.mx/


miércoles, 18 de julio de 2012

Vacilaciones del deseo del analista...

 
La convergencia del amor y el saber que propicia la transferencia se sostiene en una función que Lacán recortó como su pilar y que denominó Sujeto supuesto Saber. Aquel a quien le supongo el saber lo amo, así lo dice en el Seminario AUN. Siendo este amor necesario para la instalación de la transferencia, el analista debe, sin embargo, declinar la posición del saber y reconducir el amor hacia el saber del inconciente.
De lo contrario la transferencia puede subrayar su vertiente imaginaria, aquella que hace que el sujeto se haga amar e induzca al analista a ser amable con él. Esta vertiente es solidaria de la posición de Ideal que el analista puede verse llevado a ocupar en la transferencia. Si en un polo alguien encarna la posición de Ideal, líder o hipnotizador en Freud, en el otro polo hay masa, no sujeto.
Posición no sólo anti-analítica, sino peligrosa: si el amor es al analista en posición de Ideal más que al saber que se juega en la transferencia, el saber del inconsciente, la contracara del amor, el odio, puede fácilmente, hacer su irrupción en la escena del análisis. Y no precisamente en su vertiente más benéfica, la que propicia la separación simbólica. Estancamientos del análisis, transferencias beligerantes, interrupciones, son sus figuras más frecuentes.
Dijo también Lacán: Te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a, te mutilo. Ya Freud había dejado en claro el vínculo intrínseco entre el amor narcisista y el autoerotismo. Lo integrador del narcisismo asienta sobre lo parcial del autoerotismo. De raigambre freudiana, la frase de Lacán denuncia el tiempo transferencial en que domina la función presencia del analista, en que se acentúa lo real de la transferencia. El objeto se ha alojado del lado del analista, de la mano de la transferencia amorosa. El analista tendrá que jugar su presencia en las interpretaciones para manejar este difícil tiempo transferencial.
Por un lado o por el otro entonces, el amor, indispensable en la transferencia, trae sus dificultades que sólo la preeminencia de la función deseo del analista permite abordar. Pensarla como función, limpia el campo de cualquier confusión con deseos del analista en particular que el concepto pueda evocar. Función deseo del analista que promueve la máxima diferencia entre el lugar del Ideal, en el que erróneamente se puede ubicar el analista, y el lugar para alojar el objeto de la transferencia.
Es la puesta en acto de esta función lo que lleva al analizante a ocuparse, más allá del fantasma, de la pulsión, del objeto, de la fijación. Y es la lectura de la letra del sujeto por parte del analista el andarivel principal por donde transcurre esta función.
Mecanismo fundamental de la operación analítica, así nombra Lacán al deseo del analista en los cuatro conceptos. Para cumplir esta función no sólo se requiere que el analista decline el lugar de Ideal sino que lo haga en el ejercicio de la docta ignorancia, que esté más atento a la letra del sujeto que a su saber teórico. La condición de esta función es, entonces, el análisis del analista.
El tránsito de un análisis, lo diría así, es el tránsito del objeto a desde el lugar inicial de verdad del goce ignorado del síntoma, discurso histérico, hacia el lugar de agente de discurso en que se aloja, si el analista se ofrece como vacío y no como Ideal, discurso del analista. Si es el analista el que encarna al hipnotizado. Ofrecer un vacío para que allí reine el semblante de a, es todo lo contrario de ofrecerse como saber teórico o como Ideal porque en este caso el vaciado es el sujeto.
El saber que no se sabe se soporta en el significante como tal, en el significante localizado, en la letra. Por eso dice Lacán, en AUN, que el saber está en el Otro, en el orden Simbólico, y es ahí donde converge con la verdad. Si, agrego y repito, quien sostiene la transferencia se supedita a la letra del sujeto posibilitando que funcione el discurso analítico, en el cual el saber está en el lugar de la verdad y desde allí interpela al sujeto.
 
 Patricia Leyack

miércoles, 11 de julio de 2012

El estadio del espejo...

Experiencia durante la cual el infans (niño/niña), realiza la conquista de la ima­gen de su propio cuerpo. La identificación primor­dial del niño con esta imagen va a pro­mover la estructuración del Yo (je) poniendo punto final a lo que Lacan denomina fan­tasía del cuerpo fragmentado. Antes de este estadio el niño no ve su cuerpo como una totalidad unificada, sino como algo disperso. Esta experiencia del cuerpo fragmentado, que aparece tanto en los sueños como en algunas psicosis, se pone a prueba en la dialéctica del espejo, cuya función es neutralizar la dispersión angustiante del cuerpo en favor de la unidad del cuerpo propio. Veamos el proceso (el niño tiene de 6 a 8 meses). Primeramente el niño percibe su imagen como si se tratara de algo real que intenta atrapar. Esto demuestra que hay una confusión primaria entre uno y el otro. Esto se confirma con la relación que el niño mantiene con los otros, esta primera etapa confirma que se establece claramente un vínculo entre el niño y el registro imaginario. En un segundo tiempo el niño entra en un proceso identificatorio: el niño descubre que el otro del espejo no es un ser real, sino una imagen, ya no intentará pues atraparla y su comportamiento comenzará a indicar que sabe distinguir la imagen del otro de la realidad del otro. En la tercera fase, el niño se asegura que la imagen que ve es un reflejo y adquiere la convicción de que solo es una imagen, y que se trata de la suya. Al reconocerse el niño reúne la dispersión del cuerpo fragmentado en una totalidad unificada, que es la representación del cuerpo propio. Entonces la imagen del cuerpo es estructurante para la identidad del sujeto, que realiza a través de ella su identificación primordial. La dimensión imaginaria subyace de principio a fin del proceso, desde que el niño se identifica con algo virtual (imagen óptica) que no es él como tal, pero en la que se reconoce. Es pues un reconocimiento imaginario. El reconocimiento de sí mismo a partir de la imagen del espejo se efectúa (por razones ópticas) a partir de indicios exteriores y simétricamente inversos. Es por eso que la unidad del cuerpo se esboza como exterior a sí misma e invertida. La dimensión de este reconocimiento prefigura así, para el sujeto, el carácter de su alienación imaginaria, desde donde se perfila el desconocimiento crónico que no dejará de mantener consigo mismo. Vamos pues a introducirnos en dos conceptos fundamentales: el concepto de registro imaginario y el concepto de registro simbólico.
Valentín Baumgarten

domingo, 24 de junio de 2012

El miedo...

Una mañana, nos regalaron un conejo de Indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad. El Miedo
El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por convenienencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.
Han pasado los años. (...) Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado a nadie, es verdad, pero ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa los domingos, ni en fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de mis pròjimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención, la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno... Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora.
Eduardo Galeano.

lunes, 11 de junio de 2012

Adicción y goce...

 
Las adicciones, cuando se configuran como una posición subjetiva, es decir cuando es algo más que el consumo transitorio, incluso el continuado, se sostienen en el logro de un goce autoerótico que enarbola el rechazo de lo discursivo, enfatizando la rigidez del “muro” entre palabra y goce. (…)

Muchas propuestas terapéuticas de las adicciones promueven una intervención que está lejos de la temática de la castración y se acercan mucho más a la del destete, una privación que no fue o se produjo a medias. Tentativa que no puede reconocer la diferencia entre la relación del sujeto con el objeto oral, esa especie del a, al que el fantasma da soporte y vestidura, de la angustia por el agotamiento del pecho o de la falta materna que refiere a la relación con el Otro materno, como ocurre tanto en los adictos como en las anorexias y bulímicas. Destete que pretende introducir en esa modalidad de goce una “necesidad de discurso” para que emerja de allí un sujeto, o en la inhibición necesaria que de origen a un síntoma.

Por eso, como adelanté, el recurso adictivo es un recurso destinado a cerrarle al sujeto el acceso al problema sexual al brindarle una pregunta que impide un posicionamiento. De allí que “la pasión por la ignorancia” impide que haya demanda de saber, que se reemplaza por otras: las de un consumo que llega hasta identificarlo, la de ser demandado, a lo cual, en general, se presta gustoso aunque casi siempre bajo protesta. También el de un saber “técnico” sobre el uso de las drogas. (…)

El objeto droga no es causa de deseo, es el de un goce cercano a la premura y a la desubjetivación de la necesidad. Su función “terapéutica” apunta a neutralizar la melancolía de quien quedó aplastado por la imposibilidad de goce o bien ante la angustia de poder estarlo. Surge, así, en forma insistente, algo que adquiere casi el rango de pulsión –mixtura de necesidad y de capricho yoico- el de anular la presencia de la demanda del Otro, pero el de la palabra, no el del goce.
 
Sergio Staude
.SsS

jueves, 7 de junio de 2012

Los antojos de una mujer embarazada...

 
¿Por qué una mujer embarazada tiene antojos? Sabemos que si uno no hace algo, después el chico va a nacer con una frutillita en la piel. Se despierta a las tres de la mañana, -eran otros tiempos, ahora con la globalización hay frutillas todo el año, ahora hay que inventar algo más sofisticado, por ejemplo un faisán- dice "querido quiero faisán", a lo que el marido le contesta "pero querida, está todo cerrado a esta hora, incluso el delivery, lo único que hay abierto es Mac Donald`s, una hamburguesa".  Y ella insiste "quiero faisán".  Una respuesta posible sería "dejate de molestar y dormí que me tenés cansado", pero ese no es un buen marido, es un desamorado, poco caballero, torpe para las cuestiones del amor, con eso no va a lograr que ello lo ame ni lo desee, más bien que lo odie, incluso que lo desprecie, por torpe. Otra opción posible sería, para liga de los derechos humanos, un marido que sale presuroso, recorre arriba, abajo y por todos lados, hasta que consigue un faisán.  ¿Es ese un buen marido? ¡De ningún modo! ¿Qué va a hacer ella a las cinco de la mañana después que coma un poquito de faisán? Tendrá que inventar otro antojo.  Es que embarazada, cree que está completa y cuando uno se cree en plenitud, el pánico es a no tener más deseo. ¿Qué hace un buen marido? Le dice: "Sí, querida, ya voy". Supongamos que fuma, va a la puerta del departamento, fuma dos cigarrillos, tranquilo, vuelve y le dice: "Querida, busqué por todo el barrio, no sabés todo lo que hice para conseguirlo, pero fue imposible."  Ella lo va a abrazar con cariño, se sintió escuchada. ¿Se entiende lo que es el amor?: es dar lo que no se tiene.  Estamos constituidos por un ser que incluye el no-ser. ¿Advierten que no es filosofìa? Lacan lo dice de un modo poético, delicado. Marcado por la filosofía de Hidegger, da al psicoanálisis un brillo teórico que había perdido, degradado a una técnica.

Isidoro Vegh

Ahora se entiende mejor la definición lacaniana del amor? -"Amar es dar lo que no se tiene, a quien no es".
Un saludo.
Rodrigo Asseo. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Cuando la aspiración fracasa aparece el deseo...



Lacan dice que hay un fantasma que produce las aspiraciones del sujeto y el fantasma es la regulación del goce.  El fantasma tampoco aparece como tal, no tenemos que esperar que venga un tipo y nos diga: "A mi me gusta cojer a las mujeres con las medias puestas", para saber que es un fetichista.  Basta que el tipo aspire, por ejemplo si es pobre, a ganar la lotería para llenar de joyas y pieles a su mujer, como condición de un goce que va a venir después; ese sujeto también es un fetichista.  Si no es como si usáramos la literatura del siglo XIX, esperamos que el tipo corte una trenza.
(...)
Supongamos que mi fantasía es romperla la cara a mi padre, como no me atrevo a hacer esto o es imposible porque él está muerto, me hago boxeador.  Cuando voy a ganar el campeonato mundial me quedo paralizado y me rompen la cara. ¿Por qué? Porque al realizar la aspiración de ser el campeón mundial develaría que no es eso lo que quiero, es decir, me enfrentaría al deseo de muerte de mi padre, en el sentido que el deseo es: "no es eso".  Cada vez que fracasa la aspiración aparece el deseo.  ¿Y el deseo qué es? El plus de goce; el plus de goce es el montaje del fantasma que remite al goce.

German García

lunes, 21 de mayo de 2012

El primer juego con el Otro...

 
 El primer juego al que juega el niño es a destetarse. Quien haya observado a un recién nacido ha visto que el bebé toma la teta, luego la deja, vuelve a tomar la teta, luego vuelve a dejarla: se puede reconocer la precocidad con que esa actividad introduce un tinte lúdico. Su ejercicio inicia una alternancia que es vital para el recién nacido. Ese mínimo gesto le otorga un primer derecho a su incipiente humanidad, un intervalo para jugar sus barajas, para iniciarse como partícipe en el juego que le ha sido propuesto. Puede sorprender que en tiempos tan tempranos, cuando aún es tan dependiente en todas sus necesidades, ejerza así su singularidad personal; la escena nos enseña que, para el ser humano, llegar a vivir no es equivalente a haber nacido. Que la relación del bebé con el pecho de la madre fluya en una periodicidad alternante es, desde el vamos, una nota mayor, un tiempo anticipatorio del sujeto, una toma de posición, una respuesta al Otro.
 
Para el bebé, tal posición es respuesta a la demanda del Otro: “Déjate alimentar”. Más tarde escucharemos a las madres relatar lo ocurrido de modo invertido: “Mi nene, él, tomó teta hasta los nueve meses”. Y en cierto modo es así, ya que es el bebé quien toma la teta y también quien la deja, introduciendo, desde el vamos, un mínimo intervalo diferencial entre responder completamente a la demanda del Otro y colocar una respuesta propia. En esa pausa anida un principio de subjetividad, una separación de la alienación primera.
 
Ahora es preciso que nuestra mirada no quede fascinada por el logro tan precoz de nuestro sujeto y que recordemos que tal respuesta jamás podría llegar de no darse una condición: que el Otro no equivoque el estatuto de la demanda e intente colmarla. Valga el juego de palabras: no equivocar el estatuto de la demanda quiere decir preservar en ella algún equívoco.
 
A las madres no suele escapárseles la discordancia originaria entre la cantidad de comida que amorosamente le ofrecen a su hijo y la que él toma. Y es cierto que, desde el inicio, el alimento puede tornarse fuente, no ya de un equívoco, sino de un enorme malentendido. Esto ocurre cuando su significación toma el valor de un signo inamovible. Recuerdo la historia de un joven psicótico cuya madre lo había obligado a ingerir, sistemáticamente, hasta el último bocado de alimento. Así lo había hecho desde los primeros años de vida, con la certeza de cuidar su salud. Tal era su certeza inconmovible que no se detenía ante los vómitos del niño: lo obligaba a reingerir lo expulsado. Impedida toda expulsión, le fue negada al sujeto toda afirmación de su existencia.
 
Dista del caso de otra madre cuyo cuerpo engrosado delataba su valoración del goce oral. Consultó por su hijo, un púber de once o doce años. El muchacho, retraído y poco abierto a expresar sus inquietudes, preocupaba a su progenitora dejándola con la pregunta de por qué, cuando ella le preparaba sus ñoquis predilectos, él los comía, sí, con verdadero gusto, pero sin embargo dejaba, indefectiblemente, uno o dos en el plato. Esa serie mínima, uno o dos, le otorgaba al sujeto la oportunidad para descontarse a la demanda e iniciar con ello las cuentas del deseo, poniendo en juego sus apetitos. Esta madre se interrogaba por la enigmática actitud de su hijo, a diferencia de aquella otra que, con las mejores intenciones, jamás dudó en hacer lo mejor a su criterio.
 
Como advierte el saber popular: el camino del infierno está plagado de buenas intenciones. Bien sabemos, la gravedad de muchos casos lo muestra, qué ocurre si se equivoca el estatuto de la demanda y se le otorga una respuesta colmante. Si bien es cierto que el sujeto puede apelar al recurso de la acción, “comer nada”, también puede quedar sin recursos ante el sentido siderante. El sujeto se efectúa respondiendo al Otro, pero no siempre alcanza a responder. Puede no tener respuesta.

(...) 


Cuando el juego se inicia, lo hace perturbando el campo del Otro. Las condiciones que causaron la llegada de ese bebé, las significaciones en las que él halló cabida, incluyen un hecho inicial: el sujeto encontró lugar en ese campo por la simple pero insoslayable razón de haberle hecho falta al Otro. Pero esa falta lleva adherido, de modo indeleble, el anhelo de encontrar lo que le hace falta. Entonces –en el mejor de los casos–, el bebé no encuentra medida exacta en el Otro. Los padres esperan un bebé, pero cuando nace resulta que es una nena o un nene; nunca se logra eludir un resto que no encastra en la demanda anhelada y que perturba de una u otra forma la relación. De la tolerancia que el Otro disponga ante esa perturbación de su campo dependerá la continuación o detención de una dialéctica singular que ofrece o niega posibilidad al sujeto de jugar su cifra. Me refiero, claro está, a la que ocurre más allá de las buenas intenciones. Un nuevo ser nunca será lo esperado; más bien introducirá lo nuevo en lo familiar, algo inesperado y desconocido.
 
“Si todo anda bien”, como decía aquel excelente clínico de la infancia que fue Donald Winnicott (Realidad y juego), el niño tendrá las que Freud, en su artículo “La negación”, llamaba “perturbadoras costumbres”. Sólo si todo anda bien la relación entre el niño y el Otro se incomodará: el niño no procurará una satisfacción completa, no deparará el goce esperado. Entre el Otro y el niño como objeto no habrá “enteridad”.
 
Puede parecer paradójico, pero sólo si todo anda bien encontrará cabida cierta medida de perturbación. En ese caso, escucharemos decir que, o bien el niño llora y no se sabe exactamente qué le pasa, o que el niño come de más o de menos, o, más tarde, que el niño tira los objetos al suelo, donde es difícil e incómodo encontrarlos. El niño romperá los hermosos juguetes que le regalamos. En definitiva, si todo sale bien, aquello que el niño romperá son los esquemas previstos: día a día irá introduciendo, como respuesta al Otro, una marca diferencial. Manifestación sensible de la emergencia de un trazo distintivo del sujeto que, habiendo surgido en el campo del Otro, pasa a tomar posición, ocupa su lugar. Lugar anticipado en el Otro primordial si, con su presencia deseante, ofreció también su falta, donando con hechos reales, y no sólo con palabras, su castración.
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Alba Flesler