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domingo, 26 de febrero de 2012

El sin-sentido del Padre...

 
Sin duda la función paterna en la estructura es decisiva, su intervención efectiva -que por supuesto, no depende sólo del padre, ni de su voluntad- es la que produce el corte, la separación del sujeto, hasta entonces objeto del Otro primordial; la madre.

Es el padre quien posibilita, operación de castración mediante, el advenimiento del sujeto y la barradura del Otro primordial. En fin, la instauración de la dialéctica edípica a nivel del falo tanto para la niña como para el varón.

¿Cómo no amar a quien prohíbe el incesto? No se trata de respetarlo, dice Lacan, es preciso amarlo. Este amor asegura una unión que protege al sujeto de volver a quedar capturado por la madre. Pero tiene un inconveniente: se cambió de captor, ahora el sujeto está, no sólo capturado por el amor al padre, sino que queda para siempre capturado por el lenguaje, y si operó la represión, por su inconsciente. Esta operación que le permitió una primera separación, lo vuelve a apresar en una nueva dialéctica.

Digamos que en tanto se ama al padre, esto basta, alcanza, para cumplir con su función de límite. Si además se lo respeta se obtura todo acceso posible a lo real.
Se ha puesto todo el acento, en el análisis, en la función nominante del Padre, dejando de interrogar a éste, en tanto tal a nivel de lo real.

Volvamos por un momento a esta función nominante. Es una de las acepciones del Nombre del Padre. El Padre que nombra. Pero no nombra cualquier cosa, sino que se trata de nominar un real. Este real se refiere al objeto a, causa del deseo de una mujer. La cual mujer era a su vez objeto a causa del deseo de un hombre (…) Bien, esa nominación de ese real que es el hijo para una madre y que posibilita su separación, no recubre en absoluto lo real del cual se trata. No sólo no lo recubre sino que anuda a ese real y lo instituye como imposible. Es decir, que finalmente la nominación establece lo simbólico y lo real no cesa, desde entonces de no inscribirse.

En este "supuesto" pasaje de lo real a lo simbólico, operación llamada de castración, se trata insisto de n'hombrar con lo que de hombre tiene el n'hombre, esta es la entrada en la dialéctica del falo pero esta operación no es sin resto o mejor dicho, sin nudo R.S.I.

Es decir, que todo sujeto en tanto tal, por medio de la operación de castración cuyo agente real es el Padre, se inscribe en la función fálica para obviar la ausencia de la relación sexual. Dice Lacan que la práctica de dar sentido, metáfora paterna de por medio, es justamente la de referirse a esta ausencia de relación sexual, a la cual denomina en L'Etourdit, ausen-tido.

Lo real es lo que está fuera del sentido, es el absoluto sin sentido.
A esta altura de su enseñanza Lacan le da un nuevo fundamento al psicoanálisis y lo llama: "NO HAY RELACION SEXUAL".
 
 
BENJAMIN DOMB
El amor al padre

lunes, 20 de febrero de 2012

El corazón del Sauce.


El Corazón del Sauce.
"El médico Shirobei Akyama había ido a China para estudiar la medicina, la acupuntura y algunas llaves de shuai-chiao, la lucha china. De vuelta al Japón se instaló cerca de Nagasaki y se puso a enseñar lo que había aprendido. Para luchar contra la enfermedad empleaba remedios poderosos. En su práctica de la lucha marcial utilizaba mucho su fuerza. Pero ante una enfermedad delicada o demasiado fuerte, sus remedios no tenían efecto. Sus técnicas eran ineficaces ante enemigos demasiado poderosos. Sus alumnos lo abandonaron uno a uno. Shirobei, desalentado, puso en cuestión los principios de su método. Decidió retirarse a un pequeño templo, para ver más claro y se impuso una meditación de cien días.
Durante sus horas de meditación, empleaba siempre la misma pregunta sin poder encontrar su respuesta: "Oponer la fuerza a la fuerza no es una solución, ya que la fuerza es vencida por una fuerza más fuerte. ¿Cómo hacer?"
Una mañana de nieve se paseaba por el Jardín del Templo y pudo por fin encontrar la respuesta tan esperada. Primero oyó el crujido de una rama de cerezo que se rompió en seco a causa del peso de la nieve. Después vio un sauce a la orilla del río. Sus ramas flexibles se doblaban bajo el peso de la nieve hasta que se liberaban de su fardo. Después volvían a su posición, intactas.
Esta visión iluminó a Shirobei. Descubrió en ella los grandes principios del Tao. Las sentencias de Lao Tsé le vinieron al espíritu:
Lo que se dobla será enderezado
Lo que se inclina, permanecerá entero.
No hay nada más flexible que el agua
Pero para vencer lo duro y lo rígido
Nada la supera.
La rigidez conduce a la muerte
La flexibilidad conduce a la vida.
El médico de Nagasaki reformó completamente su enseñanza que a partir de entonces tomó el nombre de Yoshinryu, la escuela del corazón del sauce, el arte de la flexibilidad que enseñó a numerosos alumnos."

¿Ante quién nos inclinamos nosotros, los psicoanalistas? Ante el discurso de nuestros pacientes. Nos inclinamos ante el decir del sujeto. Y descubrimos que cuando nos inclinamos, lo ayudamos a que aprenda a inclinarse ante la verdad de su Inconciente. Y entonces la nieve coagulada del goce que lo aprisiona cae, puede recuperar el gusto por la vida. 

Cuento Zen : El corazón del Sauce.
Isidoro Vegh

martes, 14 de febrero de 2012

Cómo definir la amistad...



Cómo definir la amistad?

La mistad nace y se instala poco a poco sin que nos demos cuenta. Un día, estamos sorprendidos de descubrir con alegría que el otro se convirtió en nuestro amigo. Una amistad se instalo en nuestra vida como un estado permanente. El amigo está ahí, como una presencia invisible, siempre disponible, listo para responder al más insignificante de nuestros llamados. La verdadera amistad es siempre una relación larga, durable, que pudo superar los inevitables alejamientos, las crisis, y los conflictos de la existencia.
Un amigo auténtico representa esa parte silenciosa de nuestra realidad y nos da la tácita seguridad de no estar solos, la convicción íntima de pertenecer a un grupo. El mejor don que podemos esperar de un amigo es simplemente que exista, e incluso si lo olvidamos, saberlo cerca, tengamos o no necesidad de él.
Los que cambian frecuentemente de amigos no saben lo que es la amistad, puesto que ella necesita tiempo para existir. El tiempo es intrínseco a la amistad. Ya sea por orgullo o por una susceptibilidad excesiva, los inconstantes se privan de la ocasión única de una relación basada, como decía Aristóteles, en una “comunidad de virtudes”.
Los inconstantes prefieren anticipar la ruptura antes de correr el riesgo de sufrirla. Por el contrario, en una relación sólida, el amigo es aquel que insufla en nosotros una fuerza, una especie de energía y calidez espontáneas. Por la intensidad de su presencia, el amigo nos comunica la más densa sensación de ser, de ser uno mismo.

La amistad es esto: cada uno despierta en el otro su riqueza ignorada.

J.D. Nasio

lunes, 13 de febrero de 2012

Diván y corte de sesión.


Dentro del campo Psi, el Psicoanálisis parece caracterízarse por dos conocidas "virtudes": el diván y el corte de sesión. Como si estos dos "componentes" fuesen el objeto mismo del psicoanálisis o como si fuesen un imperativo en la cima de una pirámide religiosa. Y, a decir verdad, toda "herramienta del dispositivo" que se usa como fín-en-sí-mismo pasa a ser, más que una ayuda al analizante, un problema para el analista. Suele pasar que muchos de los que nos iniciamos en este marco-clínico, nos preocupaba (en una actitud sobre medida) la utilización del diván e incluso la incorporación (en su concepto y en su geografía) dentro del ámbito del consultorio: no es difícil encontrar analistas que, meses antes de comenzar a ejercer la profesión, se preocuparon afanosamente en la "compra" de su diván; como aquellos otros "viejos colegas" que no puden desprenderse de ese primer elemento que ha marcado sus inicios y lo mudan de lado a lado repetidamente. Tendríamos que preguntarnos porqué usamos determinadas "excusas" defensivas para sortear problemas que pasan seguramente por otras dimensiones.
El diván no es un mobiliario. No al menos para un analista. Es una herramienta de trabajo y, como toda herramienta, hay que saber usarla. Este "saber" incluye -desde ya- el hecho ímplicito de no usarlo si fuese necesario.
Y como no es un mobiliario, no tiene la mínima importancia de qué tipo de diván se trate: chaise longue, otomana, sofá, cama, etc.; a menos, claro, que lo que se pretenda sea decorar el consultorio y olvidarse de las reglas del dispositivo. No tiene, digo, la mínima importancia aunque en muchos casos la tiene de sobremanera, puesto que habla, y mucho, del analista en cuestión: incluso hasta de sus honorarios; moneda que, a la vez, también habla de él. No nos sorprenderá, por ejemplo, que un analista "caro" tenga un chaise longue de marca y que, a la vez, crea que esos elementos (el diván, sus altos honorarios) son parte de un estilo que lo "eleva" vaya a saber adónde... Bueno sería que entendamos que cuánto más el psicoanálisis se acerca "a la moda" o al snobismo, más se aleja del sufrimiento del sujeto.
Un analizante no entra "al diván" por su tapizado, por su textura, por su forma o por su color. Menos aún por su "estilo". Entra por otras cuestiones técnico-clínicas que hay que saber "maniobrar", manejo que incluye -lo repito una vez más- el hecho de saber cómo no-usarlo. Desde los tiempos del nacimiento del Psicoanálisis, el Diván está asociado a la Técnica misma, a punto tal de la famosa metáfora "hacer diván" para reemplazar el hecho de analizarse. Pero analizarse no implica hacer diván; así como muchas veces el hecho de estar en el diván no implica que se haya instalado el dispositivo analítico. Creo que no podemos "utilizar" al diván como un "antes y un después" de las entrevistas preliminares. El análisis pudo haber ya comenzado y cada analista pudo haber considerado oportuno no pasar a su analizante al diván. Por otro lado, el acto analítico tiene "sentido" dentro de un marco ético que no toma en cuenta cómo se "sienta o recuesta" el analizante; sí lo que hace el analista.
Si tomamos al diván como una herramienta-forzosa, corremos el riesgo de banalizarlo todo y de olvidar de que lo que realmente está en acto es el analizante con su padecimiento. En las Instituciones existen miles de psicoanalistas y no hay "espacio ni tiempo" para la utilización del Diván; no por eso podemos decir que no hay allí un acto analítico.
Ahora bien: ¿por qué el diván?
Digamos primero que Freud ha aconsejado a cada analista la "herramienta" que más "encajara" con cada uno; puesto que la Atención Flotante y la Asociación Libre no pasaba por lo "postural". Sabemos como analistas, que él comenzó a usar el diván por su "fatiga" de mantener durante largas horas diarias la mirada, el cuerpo, en permanente "confrontación" con su paciente. Pero, ahora bien, con Lacan hemos aprendido que el diván cumple una función que requiere un párrafo aparte.
La herramienta tiene, como bien expresa Antonio Quinet, un concepto "ético": él habla, justamente, del "diván ético". Su abordaje se basa no sólo en una de las condiciones del análisis (de hecho, ésta es la "propiedad" en la que yo no coincido) sino además en el componente teórico que hemos aprendido de Jacques Lacan.
Lacan nos ha enseñado que el lugar del analista es el de la "invisibilidad": la medida de su acto es real y no actuación. El diván actúa, en principio, como condicionante favorable para aislar la transferencia en los significantes: recordemos el esquema de la dialéctica intersubjetiva: el muro narcisista a-a´ actúa como barrera para que la transferencia en el significante reemplace la transferencia del registro imaginario. La privación de lo visual, que Lacan privilegia como trampa escencial del deseo, hace desvanecer la imagen del otro [ i(a) ] que representa al analista permitiendo el paso al ideal del Otro [ I(A) ]. Como bien expresa Quinet, "la disminución de la pregnancia de lo imaginario por ese procedimiento freudiano del diván, no tiene otro objeto que el de desacelerar la función de desconocimiento del yo para hacer emerger el discurso del Otro." Podríamos recordar a Lacan, en La Significación del Falo, y parafrasear el hecho de que la posición acostada introduce " la diferencia entre el lugar desobstruido para el sujeto sin que él lo ocupe" y "el yo que viene a alojarse ahí".
A propósito de la pulsión escópica y de la mirada como objeto a, en el Seminario XI Lacan relata el plano de reciprocidad mirar-ser mirado. A una pregunta de Audouard sobre la influencia de la mirada, contesta: "...No le decimos a cada paciente Ay, ay, ay, qué mala cara tiene usted! o El primer botón de su chaleco está desabrochado. Después de todo por algo no se hace el análisis cara a cara." Como expresa Quinet, puesto que no hay simetría entre el sujeto y el Otro; y puesto que dicha relación debe ser favorecida, el diván ocuparía una postura ética.
Pero ahora bien: así como el hecho de acostarse no impide al analizante "mostrarse" (puesto que el sujeto se muestra amable para el Otro desde que el analista es colocado en el ideal del yo); también es cierto que el lugar de la invisibilidad del analista puede y debe "demostrarse" desde otros puntos claves del dispositivo; como, por ejemplo, el no responder a la demanda o el no colocarse en el lugar paternalista del consejero. Sabemos que, en el correr del análisis, el analista debe separar al sujeto de su Ideal del yo, con el objetivo de vaciarlo de su goce; pero esta operación ( y aquí no coincido con Quinet ) no necesariamente puede hacerse desde el corte imaginario que el diván implica.
Un psicoanalista no es, no debiera de ser, alguien sumergido en una cápsula en donde todo debe ser de una asepsia pseudo-valiosa y al pie de la letra; letra que, no está de más decir, escribe un mensaje muchas veces resistencial. Todo encuadre estereotipado habla de un profesional con las mismas características, esos que a veces dicen: yo sólo atiendo adultos o yo trabajo sólo con sesiones de tiempo pactado, o yo sólo recibo efectivo. Tendríamos que preguntarnos, ya que se habla de dirigir la cura pero no al paciente, hasta qué punto el narcisismo o la omnipotencia no están actuando de obstáculo para dicho analisis o, en última instancia, de defensa encubierta por no poder abordar al sujeto desde otra mirada; mirada que no implica, desde ya, renunciar a la técnica analítica.
Analistas que "se hacen valer" con altos honorarios o que "despachan" a sus analizantes porque no pueden "acostarlos" en un diván o que ni siquiera aceptan un abordaje si no es diván-por-medio, son los que hacen del Psicoanálisis una técnica pequeño-burguesa y que no se animan a profundizar en el dolor humano.
Si como analistas sabemos que el acto es ácefalo, puesto que el sujeto no es agente de su acto; también deberíamos saber que el "soy donde no me pienso" es parte de una escena discursiva de la cadena de significantes y no tiene implícito el forzamiento de una herramienta técnica. Bueno sería recordar que Lacan ha analizado psicóticos en hospitales y que uno de los casos paradigmáticos del Maestro, "Juanito", lo ha analizado Freud sin diván alguno.
Muchas veces ser mas Papista que el Papa tiene sus riesgos... harto mas acreedores de una estupidez crónica que de un atroz servilismo.
El Corte de Sesión
Otro de los puntos muy discutidos en Psicoanálisis es el Corte de Sesión. Esto es: si hay sesiones de 50 minutos fijos o si las sesiones deben ser acotadas, cortadas, en algunos casos. Veamos el marco teórico:
Sabemos que el tiempo del sujeto no es el tiempo cronológico; que lo inconsciente es atemporal. Sabemos, además, que informarle al analizante que las sesiones tienen una duración "variable" ayuda para que éste sepa cuándo llega pero no cuándo se va; con lo cual también "sabe" que su tiempo es dudoso, que su discurso debe ser desplegado "lo antes posible" porque siempre está la posibilidad del corte. Y esto, como sabemos desde Psicopatología de la Vida Cotidiana, ayuda también a que se produscan manifestaciones de lo inconsciente.
El "tiempo de las sesiones" e incluso el número de éstas semanales, se ha transformado más en otro snobismo-clásico de los "clúbes de analistas" que en una técnica del dispositivo. Sabemos de analistas postfreudianos que consideran al análisis sólo factible con tres o cuatro sesiones semanales; pero, en fín, eso es tema de otro párrafo. Si el "tiempo" es manejado, como el uso del diván, desde un lugar de estereotipo, vuelve a colocarse la herramienta como fin-en-sí-misma y corremos el riesgo de no ver el árbol.
Personalmente trabajo con escansión de sesiones; pero esto no significa que mi analizante "se vaya" siempre antes de los 50 minutos. Es más: muchas veces puede irse a la hora y media. La escansión y/o la puntuación de una sesión tiene que ver, obviamente, con la escansión y puntuación en el discurso. Estar en atención flotante lleva aparejado este condicionante. Así cada sesión contiene siempre un "final-de-análisis".
Sabemos que el esquema de la comunicación es isomorfo al esquema de retracción de constitución del trauma: tiene lugar Nachträlich, a posteriori, sólo después de ser terminada una frase tendremos su sentido. Esto será en Lacan colocado como el punto-de-capitón en la matriz del grafo del deseo. Este punto permitirá la creación del sentido que, desde Freud, sabemos que será sexual.
Esto está en función de la interpretación, podríamos decir que es una interpretación en sí misma. Desde el momento que el analista puede decidir suspender la sesión, se coloca como Amo, como el sentido del Otro; pero abre el intervalo entre los significantes haciendo aparecer el objeto pivote de las representaciones. La suspensión es una forma de ser "semblant de objeto" que, recordando al trabajo de Lacan, remite al final del análisis. El corte apunta al no sentido y a la falta en el Otro, quedando el objeto como referente. En la medida que el analista atestigua la funcion de objeto a como agente de la certeza anticipada, el analizante podrá buscar su propia certeza en la configuración de su fantasma.
A patir del corte, va a surgir el deseo como pregunta. (Recordemos la pregunta del grafo: "¿qué me-quiere?"). Pero el corte, hay que decirlo una vez más, no es sinónimo de "sesiones cortas". Lo repito por si se mal entiende el concepto: "cortar la sesión" es un "no se sabe cuándo", quiere decir que el tiempo del neurótico, siempre privilegiado como un "tiempo de Otro" es vivenciado como un NO a su propia demanda. Sólo con cotejar a las histéricas y a los obsesivos (víctimas del "tiempo del Otro") advertimos como analistas que el Corte de Sesión no es, no puede ser, un mero procedimiento "formal", sino que limita con los bordes mismos del trazo del sujeto.


M. A. Pérez

domingo, 12 de febrero de 2012

Un caso de audición, odio y paternidad...



Desde hace un tiempo la analizante está ligeramente sorda del oído derecho. Todo empezó a consecuencia de una zambullida en la piscina y, pese a que, según los especialistas, las cosas debieron volver rápidamente a la normalidad, la sordera persiste. Se manifiesta ocasionalmente, sobretodo en reuniones o a continuación de alguna de sus conferencias; el síntoma se refuerza cuando ella debe responder las preguntas de los asistentes. Asimismo, al producirse ciertas discusiones en su medio profesional, la analizante puede tener dificultad para escuchar con ese oído.
Al oírla detallar las circunstancias en que se presenta la sordera, observo que casi todas las veces que las menciona la analizante habla luego de la antipatía y hasta el odio que le inspiran sus interlocutores. Esta situación despierta mi interés por la homofonía existente en su lengua entre el odio y el hecho de escuchar, oír. La pertenencia de esta proximidad se verificará en las sesiones siguientes.
Está hablando una vez más de su sordera y se queja de su oído izquierdo, siendo que el deficiente es el derecho. En qué la hace pensar éste error?.... Surge de repente el recuerdo de su último aborto. Las circunstancias fueron tan dramáticas que debieron extirparle la trompa izquierda. Sobre éste aborto había tenido que hacer silencio. En efecto, se produjo justo después de su casamiento y siendo que ella quería tener un hijo. Antes de la boda, ese año, ya había abortado custro veces, y en cierto modo era natural, pues había quedado en cinta por los oficios de un hombre bastante mayor que era para ella una especie de padre espiritual. Pero se casó de buenas a primeras con otro del que se había enamorado apasionadamente, cosa que no le ocurría con su antiguo amante. Había tenido que abortar por que no sabía cuál de los dos debía su embarazo. Ésta situación de no poder saber quién era el padre cuando en realidad ella quería tener un hijo, la sumió en un estado de odio frío, impersonal, en “un odio” (un “oído” si se lee al revés) Horror de una situación en la que vemos articularse el síntoma auditivo, el odio y la cuestión de la paternidad.

Gérard Pommier
El orden sexual (fragmento)       

domingo, 5 de febrero de 2012

El dolor homosexual



La homosexualidad ya no es considerada una enfermedad ?

No, la homosexualidad no es ni una perversión ni una enfermedad, es una modalidad propia del amor, una manera particular de amar y de sentirse amado. El homosexual viene a consulta por que sufre y sufre de un trastorno grave, el de la soledad. Hace tiempo recibí a Rogelio, un hombre muy culto, joven, un alto funcionario de una gran administración. Me dijo esto: “Doctor, soy homosexual, mis padres lo ignoran, sólo mi hermana comparte mi secreto. Me siento desgraciado porque estoy desesperadamente solo. No logro vivir en pareja”. Éste es el drama de los homosexuales de hoy: su soledad afectiva. Aunque muy integrado socialmente, el homosexual sigue estando rotundamente solo.  El problema no es tanto afirmar su identidad sexual como acceder al amor que cada uno de nosotros necesita. Se sabe que si un homosexual quiere satisfacer un deseo puramente sexual, puede hacerlo en todo momento. Basta con frecuentar los lugares de encuentro que él conoce –saunas, baños de cafés, ciertos parques o cines-, para encontrar rápidamente una pareja ocasional y obtener un orgasmo masturbatorio furtivo. Pero el afecto, la ternura, unir su vida a la de un compañero que ama, lavarse los dientes en el mismo baño, hacer las compras o viajar juntos, en resumen, vivir lo cotidiano, todo eso le falta y lo sufre como una herida abierta. Este contraste doloroso entre una actividad sexual exacerbada y la inestabilidad de los sentimientos amorosos explica, sin duda, la precariedad de las parejas homosexuales. Sólo los hombres de cierta edad se instalan duraderamente en una vida común alimentada de intercambios y proyectos compartidos.

Juan David Nasio
Un psicoanalista en el diván