Todo año nuevo viene de la mano con los propósitos para el
año entrante, es decir, deseos que difícilmente se cumplen. Dejar de comer porquerías,
hacer ejercicio, tener un mejor desempeño laboral, terminar la tesis, etc. A
fin de cuentas lo que se busca es cierto balance. Como sabemos por experiencia,
cumplir estos deseos suele ser lo más difícil del mundo y la buena voluntad casi
nunca es suficiente. En la teoría psicoanalítica sabemos que aquello que siempre
golpea al sujeto es la pulsión (siempre de muerte, no hay otra) y que ésta, yendo
de la mano con el goce, pretende a toda costa obturar nuestro deseo.
Vamos a decirlo simple y claro, el goce es una cierta
satisfacción por la insatisfacción, pero a diferencia del placer, explicado por
Freud como una mínima concentración de tensión en el cuerpo, en el goce hay un máximo
de tensión. Cuando el sujeto goza siente una satisfacción muy particular, ya
que ésta roza con el dolor. Un ejemplo muy claro es aquel sujeto que justo
antes de presentar un examen muy importante para su carrera tiene un ataque
diarréico imposible de controlar y que lo impide, dando un resultado bastante
pobre. En éste ejemplo como se puede
entrever, por supuesto que no hay placer, hay goce.
Todo sujeto tiene una cierta manera particular de gozar, hay
quienes se reconfortan con la comida, otros con deportes extremos y otras
personas tienden a rascarse por placer y terminan haciéndolo por goce. Todo ésto tiene mucho que ver con la práctica psicoanalítica ya que cuando el goce
golpea, el sujeto suele sufrir y por esta razón pide ayuda. El psicoanalista
por medio de la escucha, podrá hacerle ver en primera instancia, el contraste
que existe entre el goce del paciente y su deseo, y cómo el sujeto se hace
gozar en ciertos momentos muy significantes de su vida que impiden alcanzar las
metas tan taponeadas por él mismo. Esto quiere decir que todo goce
conlleva un saber inconsciente (en el orden de lo sexual) desconocido por el
sujeto y que debe ser trabajado y escuchado para que el padeciente pueda
comenzar una camino más libre.
Si no nos proponemos escuchar nuestro goce, difícilmente esos deseos de principio de año lograrán consumarse. Ser responsable con uno mismo no implica cambiarse, sino escuchar aquellas paradojas que nos estructuran como “sujetos” de la palabra, con el único fin de aflojar las ataduras que nos lastiman y nos mantienen presos.
Un abrazo y les deseo lo mejor para el 2012.
Rodrigo Asseo.