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sábado, 14 de abril de 2012

La demanda como intento de restitución.

 
Una histérica a la cual su marido acaba de dejar por otra va a consultar a un analista. Qué hay en esta demanda de análisis? Seguramente un intento de restituir su lugar de mujer que nunca ocupó, ella siempre fue frígida. Sin embargo lo que esta separación produce, es el derrumbe de lo que ella era, en tanto que su lugar de mujer estaba soportado por ser la mujer de ese hombre con quien no sentía nada.
Ella quiere que el analista no sólo le diga que ella es una mujer, quiere sentirlo, y para eso busca un analista hombre, a ella ese analista le hacía semblante de hombre.
Cuando se acostaba en el diván ella temblaba y se ponía rígida, finalmente terminaba por hacerse la nenita llena de fantasías de ser una mujer, una mujer de película. Ella sólo podría hacerse la artista.
Por lo demás, en el nivel en que esta histérica se encontraba, si se topaba con un hombre que la deseaba sexualmente, cosa que ella evitaba más allá de lo que decía. Si no le quedaba más remedio que estar acostada con un hombre ella se seguiría resistiendo de la única manera que entonces le quedaba, es decir, no sintiendo nada, resistiéndose de ocupar esa posición de mujer, es decir de innombrable, de lo que la hacía temblar.
Es frente a esto que la histérica retrocede.

(...)

El acto analítico se sostiene, y a esto llamo interpretar en la transferencia, cuando el analista por el discurso del analisante es llevado a presentificar el a, el objeto causa, haciendo él mismo las veces de objeto a, interviene en ese momento preciso, produciendo su acto, es decir que con su decir, que le viene de su analisante produce letra y al mismo tiempo su caída.
Es allí donde atravesamiento del fantasma e identificación al síntoma se conjugan, y esto porque el discurso del analista anuda fantasma y significante:

a -----------> S
S2 S1
 
BENJAMIN DOMB
La clínica psicoanalítica: La posición del analista.

miércoles, 11 de abril de 2012

La masturbación como refugio...



El hombre “lacaniano”, tal como atraviesa los seminarios y los Escritos, es por el contrario un ser pesado, estorbado, embarazado por el tener. El tener es un estorbo, y como él tiene algo por perder, está condenado a la cautela. El hombre “lacaniano” es fundamentalmente miedoso. Y, por supuesto, ocurre que cuando va a la guerra es para huir de las mujeres, para huir del agujero. De modo que el hombre no es sin semblantes, pero son semblantes para proteger su pequeño tener. No es el caso del semblante propiamente dicho, el semblante femenino, que es máscara de la falta. Se podría hablar de la subjetivización del órgano genital en el hombre. El “tengo” como sentimiento que le da una superioridad de propietario un bien que implica, también, el miedo a que se lo roben. He aquí una cobardía masculina que contrasta con el sin límites femeninos. El tengo está claramente vinculado con la masturbación. El goce fálico es por excelencia goce de propietario. Significa que el sujeto no da a nadie la llave de la caja, llegando a veces incluso hasta protegerse con la impotencia, y de un modo satisfactorio. Ocurre que, cuando finalmente da, es como si fuese víctima de un robo, a tal punto que conserva a un costado la masturbación como refugio para preservar un goce para sí mismo: uno para ella y uno para mí.  

Jacques Alain Miller
Las Mujeres y los Nombres del Padre

domingo, 1 de abril de 2012

La intervención del psicoanalista es la escucha.


No podemos pensar que el inconsciente del paciente está separado del inconsciente del psicoanalista, pues como muy bien nos lo enseñó Nasio, el inconsciente es el resultante del vínculo transferencial que existen entre ambos. Esto mismo es lo que Lacan nos quiso explicar cuando decía que el que no se analiza no tiene inconsciente. Esto quiere decir que, sólo bajo la presencia del analista -transferencia mediante- se puede dar cabida a LO inconsciente, el invento freudiano.

Lo anterior no quiere decir que en nuestra vida cotidiana no aparezcan formaciones del inconsciente, esas siempre se dan, pero sólo en análisis podremos re-significar la cadena significante. Voy a darles un ejemplo fresquecito que simplifique cómo el inconsciente del analista juega un papel fundamental en la práctica diaria dentro de la clínica, y cómo el inconsciente es originado a sí mismo por la presencia del paciente.

Como bien lo saben mis pacientes, tiendo a poner ejemplos analógicos simples para hacerles ver desde otro ángulo la manera en que percibo sus problemas, esto suele ayudar, pues le da un giro a la perspectiva de lo queja veces vemos y vivimos  -fantasma mediante- como un callajón sin salida. Dichos ejemplos casi siempre los invento, rara vez uso el mismo relato a otro paciente. Y esto es muy a propósito, pues si creemos en la transferencia y en LO inconsciente, entonces estaremos  de acuerdo que, si como psicoanalista invento algo, lo invento de acuerdo a factores inconscientes y en relación a la transferencia que vivo con ese paciente en ese momento específico .

Este es el caso de una paciente que acudió a análisis por incapacidad y altos niveles de angustia, ante la necesidad de tomar importantes decisiones en su vida –separarse de su pareja, por ejemplo-, me platicaba en el diván sobre la cercana, pero al mismo tiempo, distante relación emocional con su madre. Planteándome la incapacidad que sentía para hacerse escuchar –pues cuando intentaba hablar de algún problema cotidiano con su madre, el llanto aparecía a manera de síntoma-, siempre colocaba al llanto como una barrera, haciendo que su madre se desesperara y cortara aquel intento de aproximación. Así, cada vez que aparece un conflicto por resolver, la hija difícilmente puede comunicarlo y la madre no quiere escuchar; ambas alimentan una relación que genera cada vez más frustración, enojo y por supuesto síntomas. Entonces, en el diván, analizamos la posición tan infantil en la que la paciente se coloca frente a su madre, sintiéndose siempre dominada y temerosa ante cualquier señal de enojo, lo que da como resultado, evitar a cualquier costa confrontar los conflictos.

Al escuchar su discurso, le señalé que, si no soluciona el problema de fondo  –la incapacidad de comunicarle a su madre sus propios puntos de vista y hacerse escuchar- seguiría siendo imposible llegar a un acuerdo o a una resolución, cada vez que algún conflicto cotidiano surgiera.

Entonces le expliqué lo que yo percibía con un ejemplo simple:

“Es como si necesitaras correr (pues todos en algún punto de nuestra vida lo necesitamos), pero tuvieras el dedo del pie lastimado y cada vez que necesitas hacerlo no puedes, y no encuentras  otra alternativa más que evitarlo, aunque lo necesites. Es un ejemplo “tonto” si quieres, pero así funcionas. Evitando siempre una necesidad”.

Al terminar mi ejemplo, la paciente se ríe y me dice:

“De hecho no es nada tonto, de hecho ¡eso me pasa!. Desde hace unos 4 meses me lastimé el dedo y no he hecho nada al respecto, por eso ya no he podido ponerme tacones, me duele. Y claro, tengo mis razones para no atenderme.”

A lo que respondo:

“Si, me quedan claras tus razones”.

Evidentemente esto nos llevó a algo muy significante: “los tacones”, que no se puede poner por no haber atendido el problema. 

Al preguntarle qué piensa de los tacones, ella inmediatamente me responde que “los liga con la figura de su madre”; a quien ella, de niña, idealizó infinitamente por su belleza, feminidad y porte de mujer. Por supuesto que los taconas nos llevaron al significante mujer, y claro, una mujer que a diferencia de una niña, sí puede tomar decisiones.  Mi paciente, por estar lastimada y no atenderse, no puede posicionarse como mujer, y cuando necesita tomar una decisión –como lo hacen las mujeres-, al igual que con los tacones, le duele.

Finalmente, yo no sé por qué se me ocurrió ese ejemplo. Jamás había hecho esa analogía, pero diría que esta vez la hice por mi escucha, por estar directamente en contacto con el dolor y la vivencia del sufrimiento de mi paciente, lo que fortalece la relación transferencial que ata a todo vínculo con un Otro.

Definitivamente el inconsciente está construido y alimentado por ambos, y eso da como resultado el advenimiento de LO inconsciente. La escucha coloca al psicoanalista en un lugar privilegiado, en un lugar en el que, queriendo dar un ejemplo “tonto”, termina dando una interpretación.
Un saludo, Rodrigo Asseo C.

miércoles, 28 de marzo de 2012

El abuso sexual

  
Sabemos que el abuso sexual es una intromisión brutal en el cuerpo del otro, es como la forma más brutal del abuso, no es casual que la tortura haya tenido como eje la cuestión del abuso sobre el cuerpo del otro, la tortura sexual. Pero lo que empezamos a pensar en los últimos años a partir de los estudios de la antropología y los estudios de nuestra práctica misma es que si la violación de la mujer es algo profundamente atacante, y profundamente disruptivo, y profundamente traumático, no invalida su condición de mujer. La violación en la mujer o el abuso en la mujer lo que produce es una lesión terrible, una herida muy fuerte desde todo punto de vista. Pero el abuso infantil en el varón y la violación del varón producen una deconstrucción de la identidad, aparece como una forma de liquidación digamos, o de cercenamiento muy fuerte de la identidad. Esto tiene que ver con toda la cuestión que hace a que la masculinidad es un constructo que debe ser sostenido a lo largo de la vida, mientras que la feminidad es algo como que de alguna manera se sostiene. Interesante porque la teoría psicoanalítica partió siempre de la idea que el sexo de partida es el masculino, cuando en realidad, si hay un constructo al cual hay que llegar es a hacerse hombre. Las mujeres podrán ser mujeres mejores, peores, pero nadie duda que son mujeres, salvo situaciones muy extremas. En una época estaba muy ligado a la maternidad, las mujeres que no eran madres eran machonas, se consideraba en los pueblos. Hoy no es así, hoy el tema de la feminidad se ha desligado totalmente de la maternidad y ustedes habrán visto que las barbies ya no son las muñecas de antes y que ninguna niña juega a darle comidita al bebé después de los seis o siete años, sino a peinarse y vestirse como las barbies. El narcisismo femenino encontró algún canal bastante problemático. Afortunadamente la sociedad encontró otras formas de reproducción con lo cual todo se subsana.

Silvia Bleichmar

lunes, 26 de marzo de 2012

Lo Real del sueño...

 
Siempre fue mi costumbre estar en la vereda del débil. Con aquel que la sociedad lo despojó antes incluso de haber nacido. Con el que no fue escuchado; con el que fue postergado, con el que aún cree, pese al saqueo de su deseo y pese al exterminio de sus bienes.

En todo humano hay una combinación ominosa de ternura y violencia.

Juan tenía dos perros. La hembrita era la más tierna: siempre trémula y a veces desconfiada. Ayer soñé que estábamos Juan, la perrita y yo en la terraza de aquella casa de adolescente, donde –alguna vez- jugábamos a rehacer el incoherente e injusto mundo. Y la perrita, tan torpe a veces, sin darse cuenta –y a las órdenes de mi sueño- salta hacia la calle sin reconocer que después de la pared sólo hay vacío. Y Juan, sin dudarlo, salta tras ella para salvarla.

Freud: “Un sueño es ya un deseo realizado”.
Lacan: “Lo real es lo imposible”.

Soñamos lo imposible. Imposible porque Juan regaló hace tiempo atrás a sus dos perros. Regalo que me apenó muchísimo como tantas cosas que a Juan seguramente le apenarán de mí. Imposible porque Juan es humano. Y nunca hubiese saltado sino fuese por el deseo que yo le confiero en mi sueño.

¿Por qué alguien se dispone a ser analista? Porque cree que, aún, es posible rectificar las puntas de lo real. Para eso hay que luchar con la única enfermedad que Lacan proclamó para el Sujeto: creer en su YO.

¿Por qué alguien se dispone a ser analista? Porque –como sus analizantes frente al Otro que los aloja- aún sueña. Aún a-puesta por el deseo.
 
Augusto Pérez

viernes, 23 de marzo de 2012

De locuras...

 
Cuando hablamos de la locura desde una perspectiva que desestima aquello que no tiene sustento en la razón, cuando hablamos de comportamientos anormales, de pérdida de juicio, estamos estableciendo la medida del sujeto en relación con esa realidad.  El individuo suele ser interpelado por este déficit y responsabilizado por su inadaptación. El criterio con el que en psiquiatría se establece una "conciencia de enfermedad" implica que se reclame al sujeto conciencia y rectificación de su "desacuerdo" con la realidad, esa realidad que en el padecimiento no cesa de presentársele demasiado ajena o concerniéndole en demasía.

El sujeto, como productor de sentido, ha sido expulsado cuando prevalece la relación con una realidad a la cual se le atribuye un sentido unívoco; así tendremos una conciencia que no será más que el reflejo de esa realidad a la que debe subordinarse. Por lo tanto, considerar la locura en términos de déficit o de exceso tiene consecuencias en el modo de concebir su tratamiento.

Las tres disciplinas a las que hice alusión anteriormente son: la pedagogía, la antropología y la psiquiatría. Su misión era, según las particularidades de su objeto, hacer inteligible esa conjunción entre lo irracional y lo que se planteaba como un verdadero desajuste en las relaciones esperables entre un individuo y la realidad reducida a su exterioridad.

Este enfoque que hace de la realidad la referencia del sujeto nos va a permitir desarrollar algunas consideraciones sobre la locura y particularmente sobre la psicosis. Si la locura es desajuste, va a convocar la experiencia correctiva, y la alternativa que se le plantea al loco es adaptación o marginación. En el caso de la psicosis debemos tener en cuenta ciertas particularidades a partir de los fenómenos que la caracterizan.
(...)
Locura no es sinónimo de psicosis, pero esta distinción merece algunas precisiones. La locura no es patrimonio exclusivo de las psicosis: es el estado propio del hombre ligado a su condición de ser-hablante, consecuencia de su alienación en el significante.

Cuando situamos la psicosis como un concepto de la psiquiatría, estamos estableciendo las particularidades de las relaciones de un sujeto con una realidad objetiva traducida en términos tales como alteración del pensamiento, de la percepción, de la voluntad, de la afectividad, etcétera. Concepto engendrado en el siglo pasado siguiendo el modelo de las neurosis, en el momento en que el abordaje científico privilegiaba la descripción exhaustiva del objeto y la psiquiatría comenzaba a construir, en base a una perseverante observación, sus más importantes síndromes. El psicoanálisis tenía algo que decir y Freud abrió la polémica; en Neurosis y psicosis y en La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis llega a la conclusión de que las alteraciones con la realidad no son determinantes para establecer una diferencia esencial entre la neurosis y la psicosis, ya que en ambas se desarrolla no sólo una pérdida de la realidad, sino también una sustitución de ésta.  Será entonces relevante como factor diferencial el proceso en el cual se inscriben la pérdida y la sustitución.
(...)
Recuerdan que les hablé de la pedagogía, la antropología y por supuesto, de la psiquiatría... por medio de estas tres disciplinas voy a ejemplificar los modos usuales que adopta la resistencia del analista esquematizándolos en tres posiciones:

- La posición del pedagogo transforma el acto analítico en una experiencia correctiva que se desarrolla en una dinámica de enseñanza y aprendizaje.

- La posición del antropólogo justificando su proceder en la abstinencia se dedica a la observación, al registro y a la constatación. Puede llegar a reducir lo sintomático al rango de diferencia cultural, y en el caso de no poder sustraerse a la fascinación, puede caer en el elogio de la locura.

- La posición del psiquiatra se caracteriza por instituirse en guardián de la "normalidad", normalidad de la conciencia hacia la que tiende por medio de la desestimación a veces coercitiva del inconsciente.
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Carlos DellaCasa

domingo, 18 de marzo de 2012

Enfermos de palabra.

“Es dable pensar que la enfermedad y la muerte ocurren por falta de proyecto y de deseo antes que por razones biológicas.”
Sigmund Freud

“… los psicólogos son sordos. Esa cosa que sólo existe en el vocabulario de los psicólogos –una psique adherida como tal a un cuerpo. ¿Por qué diablos, cabe decirlo, por qué diablos el hombre sería doble? Que haya un cuerpo ya de por sí encubre suficientes misterios (…) ¿Por qué diablos no limpiar de nuestra mente toda esa psicología defectuosa y no intentar deletrear lo tocante a la Bedeutung del falo?”
Jacques Lacan

“No es que el hombre muera porque ha caído enfermo; es, fundamentalmente porque (sabe que) puede morir, que el hombre llega a estar enfermo.”
Michel Foucault

“Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos; los microbios, como causa de enfermedades, son unas pobres causas.”
Ramón Carrillo

domingo, 11 de marzo de 2012

La culpa la tuvo Dios...


Dice el texto sagrado:
"Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: "He querido un varón con el fervor de Yahveh". Volvió a dar a luz, tuvo a Abel, su hermano. Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador. Pasó algún tiempo, y Caín hizo a Yahveh una oblación de los frutos del suelo. También Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Yahveh miró propicio a Abel y su oblación, más no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro. Yahveh dijo Caín:"¿por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿no es cierto que si obras bien podrías alzarlo?. Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quienes tienes que dominar". Caín dijo a su hermano Abel: "vamos afuera". Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató."

Pregunto quién armó el lio, Caín o Dios?. Piensen por un instante, la mayoría debe tener hermanos, hermanas. Van y le dicen: -mamá, feliz día de la madre, o papá, feliz día del padre. -Gracias, tomátelas. Viene inmediatamente su hermano y le dice: papá, feliz día del padre. -Querido, qué rico que sos. Uno es chiquitito, dos o tres años, a ese grandote no lo podés matar además te tiene que mantener todavía unos cuantos años. Con quién te la agarrás?
Cuando se lo cuento a mi contador que lo conozco hace treinta años, es muy católico, me dijo, no puede ser verdad, entoces le dije, agarrá la Biblia, vas a ver. Nos encontramos unos días después y me dice: -qué quilombo que me armaste, te acordás lo que me contaste de Caín y Abel, tenías razón. Lo leí en la Biblia, el que arma el despelote es Dios. Se lo conté a mi mujer y se me armó un lío. Al final me dijo: la terminás si Dios lo hizo sabe por qué.
Como dijo Unamuno al que ya cité alguna vez yo no me voy a poner a discutir si hay o no otro mundo lo único que pido es que me dejen vivirlos de a uno por vez. En este mundo dejar que Dios haga lo que se le canta es terminar tirándonos piedras entre nosotros. Ese sería el destino al cual quedaríamos sujetos si no nos animáramos a interrogar la intervención del Otro. Cuando interrogamos la intervención del Otro, como hacen los chicos que preguntan, por qué, por qué, por qué. Tal vez haciendo ese ejercicio que llamo "exhaustación del Otro" descubramos que por lo menos acá en la tierra el Otro no tiene con qué responder: no hay otro que resuelva por nosotros.
Dije doble precio, uno, un goce que se pierde para ganar otro: el que avanza en la creación. Otro que nos deja también en una gran dificultad porque es muy grato poner un cartelito que dice "sonrie Dios te ama" o colgar la foto de Freud en el consultorio y pensar lo mismo "trabaja tranquilo, Freud te ama".
Advertir, en cambio, que no hay otro que pueda decidir por nosotros, el tiempo del acto nos deja, para ese momento, en una irremediable soledad, es la única soledad que nos permite el encuentro con el Otro...

Aceptar que el Otro no tiene las respuestas, que el Otro desea, para acabar pronto: que el Otro no existe. Ese es el dilema neurótico. Saludos Rodrigo Asseo.

Isidoro Vegh

sábado, 10 de marzo de 2012

Muertos de miedo...


Hace unos 15 millones de años, según dicen los entendidos, un huevo incandescente estalló en medio de la nada y dio nacimiento a los cielos y a las estrellas y a los mundos. Hace unos 4 mil o 4 mil 500 millones de años, años más años menos, la primera célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y se duplicó para tener a quien convidar el trago. Hace unos dos millones de años, la mujer y el hombre, casi monos, se irguieron sobre sus patas y alzaron los brazos y se entraron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban en eso. Hace unos 450 mil años, la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer fuego, que los ayudo a defenderse del invierno. Hace unos 300 mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras y creyeron que podían entenderse. Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras...
 
Eduardo Galeano