La homosexualidad es una elección narcisista de objeto nos
dice Freud. Pero qué quiere decir esto? Bueno, comencemos por partes. En la
adolescencia existe una normalidad en cuanto a tendencias homosexuales, pero
esto no quiere decir que el sujeto sea homosexual. Hablamos de homosexualidad
cuando estas tendencias se fijan en una elección sexual exclusiva. A sí mismo es importante destacar que la
bisexualidad es una disposición completamente constitutiva en el humano que no
se debe confundir con una práctica bisexual. Esta bisexualidad constitutiva
quiere decir básicamente que todos estamos conformados por una parte femenina y
otra masculina. Nasio nos recuerda al respecto, que en la práctica
bisexual es decir, un hombre que tiene
relaciones sexuales con hombres y mujeres de manera indistinta es en el fondo
de sí mismo un homosexual, ya que sus pulsiones más arraigadas sólo se
satisfacen ante el contacto carnal con un cuerpo viril. De igual forma es
importante señalar que la homosexualidad no es un vicio, ni una perversión y
mucho menos podríamos calificarla como una enfermedad. Esto lo podemos leer desde Freud en “carta a una madre americana”; la
homosexualidad es otra modalidad del amor, es una manera diferente de amar.
El homosexual es un ser profundamente narcisista atado a su
imagen, a su cuerpo y por supuesto a su sexo. Por otro lado se debe remarcar
que éste profundo narcisismo no se puede traducir como egoísmo, de hecho el
narcisismo del homosexual dadas sus condiciones excesivas e intransigentes hacen sufrir mucho a la persona.
La homosexualidad vista desde una perspectiva psicoanalítica
conforma una de las variantas de la identidad sexual que es determinada por el
detenimiento del desarrollo sexual del varón. Si leemos bien esto, podremos entonces
entender que la sexualidad en el humano no es un punto de partida, sino de
llegada. Dicho de otro modo, la sexualidad se conquista, se construye.
Esta otra modalidad del amor suele producirse tanto por un
desborde de ternura como de deseos maternos que sobre-invisten al niño, es decir que como en
toda construcción del sujeto, la relación primaria es determinante. Existe
entonces una presencia exagerada de la madre que muchas veces está acentuada
por la ausencia total o parcial del padre. Esto por supuesto será reprimido por
el sujeto y retornará , como pueden imaginarse, bajo la forma de una presencia
igualmente desproporcionada pero interiorizada de la madre. Ante este proceso psíquico
la madre ahora ya no es apremiante desde fuera sino dentro del propio sujeto.
En otros términos, hay una integración del Otro
que determinará las inclinaciones y relaciones afectivas a lo largo de la vida.
A esta relación que será fundamental la podemos llamar “fantasma inconsciente”.
Esta escena con el Otro es en
términos simples un acto de seducción donde los personajes principales son, por supuesto, la madre y el niño. El
fantasma inconsciente resultante de ésta operación será proyectado hacia la
pareja futura del pequeño homosexual.
Al inscribirse esta dinámica en el inconsciente, el sujeto jugara en el rol de
la madre seductora y atribuirá a su pareja, el papel de niño seducido. No
olvidemos que todo éste proceso es inconsciente. Precisamente por ésta
dinámica, no es raro encontrarnos con homosexuales que tienden a buscar
compañeros que se parezcan a ellos cuando eran más jóvenes.
Después de esto resulta un poco más sencillo entender a que
se refería Freud con “elección narcisista de objeto” ya que desde cierta perspectiva
fantasmatica, el homosexual termina amándose a sí mismo como su madre lo amó.
Un saludo; Rodrigo Asseo.