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jueves, 3 de mayo de 2012

La fobia y el padre...



El padre del fóbico no ocupa bien lo que sería la función de lo que en la escolástica lacaniana se dice padre real, me parece mejor hablar de lo real del padre. El padre real es un padre que tiene presencia, que tiene cuerpo; que cuando dice, dice en serio, que sostiene con sus actos la palabra. Además es un sujeto de goce, en el buen sentido del término, es aquel que goza del trabajo y de la mujer. Elige una mujer y no toma su hijo como objeto de goce, coloca el objeto de deseo en sentido sexual en una mujer y al objeto sublimado en una materia laboral, de trabajo en el sentido amplio del término, que puede ser no remunerada como para estas épocas corresponde.
 
Es un hombre que sostiene desde esta relación al goce la fuerza de su palabra, entonces ese padre puede aportar el significante que sostiene el corte con el objeto. Ese es el padre real, es el que sostiene la función simbólica de la castración con su presencia real. Ese real es lo real del goce que él puede ordenar para sí mismo y para el otro, es la fuerza pulsional de su palabra, la fuerza simbólica de lo que dice. Tiene que ser un padre coherente, no en el sentido sheberiano, sino que sostiene su palabra, si promete algo lo cumple. Si es NO, es NO, no es "ni", ni más o menos, es NO y si no se arma la de San Quintín. Es un padre que puede sancionar con el castigo, que se hace temer y además se hace amar.
 
Un padre es todo eso. Si todo va bien y uno encuentra un padre así no hay razones para ser un fóbico. Un fóbico es cuando falla este padre, cuando no funciona, en nuestra cultura lamentablemente hemos destruido la autoridad que el padre tenía de un modo autoritario y no la hemos reemplazado por nada. Un gravísimo error si se pudiera pensar en un cálculo de la cultura. Entonces ¿qué ocurre? Uno se da padres sustitutos, padres de la fobia.

 
Victor Lunger