Psicoanalista Rodrigo Asseo Carrillo Consultorio: Durango 66 2°piso col. Roma México Df. consultas:rasseo@hotmail.com
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miércoles, 11 de julio de 2012
El estadio del espejo...
Experiencia durante la cual el infans (niño/niña), realiza la conquista de la imagen de su propio cuerpo. La identificación primordial del niño con esta imagen va a promover la estructuración del Yo (je) poniendo punto final a lo que Lacan denomina fantasía del cuerpo fragmentado.
Antes de este estadio el niño no ve su cuerpo como una totalidad unificada, sino como algo disperso. Esta experiencia del cuerpo fragmentado, que aparece tanto en los sueños como en algunas psicosis, se pone a prueba en la dialéctica del espejo, cuya función es neutralizar la dispersión angustiante del cuerpo en favor de la unidad del cuerpo propio.
Veamos el proceso (el niño tiene de 6 a 8 meses). Primeramente el niño percibe su imagen como si se tratara de algo real que intenta atrapar. Esto demuestra que hay una confusión primaria entre uno y el otro. Esto se confirma con la relación que el niño mantiene con los otros, esta primera etapa confirma que se establece claramente un vínculo entre el niño y el registro imaginario. En un segundo tiempo el niño entra en un proceso identificatorio: el niño descubre que el otro del espejo no es un ser real, sino una imagen, ya no intentará pues atraparla y su comportamiento comenzará a indicar que sabe distinguir la imagen del otro de la realidad del otro.
En la tercera fase, el niño se asegura que la imagen que ve es un reflejo y adquiere la convicción de que solo es una imagen, y que se trata de la suya. Al reconocerse el niño reúne la dispersión del cuerpo fragmentado en una totalidad unificada, que es la representación del cuerpo propio. Entonces la imagen del cuerpo es estructurante para la identidad del sujeto, que realiza a través de ella su identificación primordial.
La dimensión imaginaria subyace de principio a fin del proceso, desde que el niño se identifica con algo virtual (imagen óptica) que no es él como tal, pero en la que se reconoce. Es pues un reconocimiento imaginario. El reconocimiento de sí mismo a partir de la imagen del espejo se efectúa (por razones ópticas) a partir de indicios exteriores y simétricamente inversos.
Es por eso que la unidad del cuerpo se esboza como exterior a sí misma e invertida. La dimensión de este reconocimiento prefigura así, para el sujeto, el carácter de su alienación imaginaria, desde donde se perfila el desconocimiento crónico que no dejará de mantener consigo mismo. Vamos pues a introducirnos en dos conceptos fundamentales: el concepto de registro imaginario y el concepto de registro simbólico.
Valentín Baumgarten